14 julio 2006

Nuevamente la ausencia de tiempo


Tiempo, y no atmosférico, que con ese ya no me hablo porque tanto calor y después esa chupa de agua que naufrago con el coche por las calles de esta ciudad caótica con semáforos apagados.

Tiempo. El del reloj de arena, el de cuarzo, el que es de oro, el relativo, el que nadie tiene, el que las personas mayores dicen matar frente al televisor o tomando el fresco, el que hace que no vemos a personas que queremos, el que ha pasado sin darnos cuenta, el que nos queda por vivir, el que nos toca esperar, el que tarda el tren en llegar a su destino, el muerto, el que forma nuestra vida y el que no nos deja vivirla.

Allá por 1973, Michael Ende publicó su novela Momo. Una historia maravillosa, que descubrí gracias a mi personilla especial, y que vimos juntos en la televisión abrazados en el sofá, un domingo por la mañana.

Momo es una niña huérfana. Vive en un anfiteatro y tiene un don muy especial: sabe escuchar. Muchas personas van a visitarla y le cuentan sus problemas, sintiéndose después mejor. También van niños a jugar con ella y tiene muchos amigos, pero dos son favoritos: el viejo Beppo Barrendero (que barre a su ritmo) y el joven Girolamo, que todos llaman Gigi y que inventa historias con las que se gana la vida. Pero no todo es alegría y entusiasmo ya que algo empieza a cambiar. La gente ya no tiene tiempo para nada ni nadie por culpa de los hombres grises.
Los hombres grises son seres extraños que se alimentan del tiempo de los demás, haciendo que las personas utilizen todo su tiempo en algún oficio y no tengan ningún tiempo libre para disfrutarlo ellos mismo, o convivir con las demás personas. El "don de escuchar" de Momo, impide que los hombres grises le roben su tiempo, que es todo lo que posee, y la convierten en la única persona capaz de devolverle su tiempo a todas las otras personas. Con la ayuda de la tortuga Casiopea que se comunica a través de mensajes en su caparazón y del Maestro Hora llevará a cabo su tarea.

Tengo muchas ganas de leer este libro, y también otros muchos que conforman parte de la lista de cosas que quiero hacer y no tengo tiempo para hacerlas.

Los hombres grises nos rodean, y lo tenemos tan aceptado que no nos damos cuenta de ello.